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Un horario adecuado para la última comida del día ayuda a estabilizar la glucosa, mejora el estado de ánimo y aporta claridad mental.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
La búsqueda de una vida más larga y saludable ha motivado a millones de personas a modificar sus hábitos diarios.
Entre los cambios avalados por la evidencia científica y referenciados por medios como GQ, cenar temprano se posiciona como una de las estrategias más sencillas y eficaces para promover tanto la longevidad como el bienestar físico y mental.
Distintas fuentes, entre ellas Science Alert, la Sleep Foundation, los National Institutes of Health (NIH) y el SPARSH Diagnosis Center, han destacado que el horario de la última comida del día puede influir tanto como la calidad de los alimentos en la salud a largo plazo.
Entre los conceptos clave se encuentran cena temprana, longevidad, regulación metabólica, enfermedades crónicas y bienestar mental.
Diversos estudios científicos recogidos por GQ y avalados por Science Alert y los NIH coinciden en que cenar tarde está relacionado con un aumento del riesgo de enfermedades metabólicas, obesidad y trastornos digestivos.
Los NIH advierten que los procesos metabólicos y hormonales siguen un ritmo circadiano, de modo que la hora de cada comida afecta directamente a su funcionamiento.
En concreto, la interacción entre hormonas circadianas como el cortisol y la melatonina con el horario alimentario es fundamental: comer durante los periodos de predominio de la melatonina, por la noche, disminuye la tolerancia a la glucosa y altera el metabolismo, lo que incrementa la vulnerabilidad frente a enfermedades crónicas.
Uno de los beneficios clave de adelantar la cena es la mejora en la calidad del sueño, dado que datos de la Sleep Foundation recogidos por GQ indican que ingerir la mayor parte de las calorías al final del día puede provocar dificultades para dormir y aumentar el riesgo de padecer reflujo o acidez.
Además, una digestión lenta antes de acostarse perjudica la capacidad del cuerpo para recuperarse durante la noche; por este motivo, los especialistas recomiendan dejar un intervalo significativo entre la cena y el momento de dormir, reservando solo refrigerios ligeros si aparece hambre posteriormente.
El respeto al ritmo circadiano es otro factor destacado en las investigaciones de los NIH, pues expertos señalan que alinear el horario de las comidas con los ciclos de luz y oscuridad favorece la eficiencia metabólica, lo que se traduce en una mejor utilización de los nutrientes y un menor riesgo de trastornos como la diabetes tipo 2.
Así, distribuir las principales comidas en las primeras horas del día y limitar la ingesta nocturna contribuye a regular los niveles de glucosa y mantener la salud metabólica.
El ayuno intermitente, una práctica que gana adeptos en todo el mundo, puede potenciarse si la última comida se realiza temprano.
Según la Clínica Mayo citada por GQ, alargar el periodo nocturno sin ingerir alimentos favorece la regulación glucémica, el control del peso corporal, la reducción del colesterol y la prevención de la inflamación crónica, todos ellos factores asociados con una mayor esperanza de vida.
El vínculo entre el horario de la cena y la prevención de enfermedades crónicas queda de manifiesto en informaciones del SPARSH Diagnosis Center, que ha vinculado la cena tardía con un incremento en los niveles de triglicéridos y el riesgo de enfermedades cardíacas.
Además, los datos obtenidos por los NIH muestran que quienes consumen sus comidas principales más temprano disfrutan de una mejor oxidación de sustratos y presentan menos trastornos metabólicos.
El impacto positivo de cenar temprano también se observa en la salud mental, según el SPARSH Diagnosis Center, porque mantener estables los niveles de glucosa a lo largo del día ayuda a regular el estado de ánimo y aporta claridad mental, favoreciendo una actitud equilibrada frente al estrés diario.
Los expertos recomiendan planificar la cena con antelación y evitar comidas abundantes o muy próximas al momento de acostarse. Si surge hambre más tarde, lo ideal es optar por refrigerios ligeros, escuchando siempre las señales del cuerpo.
Cenar temprano contribuye a un sueño reparador y a mantener la energía para las demandas físicas y emocionales del día siguiente.