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Trabajar más de 55 horas a la semana puede duplicar tu riesgo de depresión, ansiedad y enfermedades cardíacas, según estudios científicos recientes. Descubre cómo afecta tu salud el exceso de trabajo.
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Por: Michele Odarba
Creativo Digital
Un escritorio, una pantalla, la misma silla y el reloj avanzando sin compasión. Son las 7 de la noche y aún no has salido de la oficina. Si esta escena te resulta familiar, quizás también lo sean los dolores de cabeza, el insomnio y esa sensación constante de fatiga emocional. Lo que parece una simple “jornada productiva” podría estar cobrándote un precio más alto del que imaginas.
Un estudio publicado en la revista científica PLoS ONE reveló que las personas que trabajan más de 11 horas al día tienen el doble de riesgo de desarrollar depresión mayor, en comparación con quienes cumplen una jornada de 7 u 8 horas. La investigación, liderada por el Instituto Finlandés de Salud Ocupacional y el University College de Londres, analizó los hábitos de más de 2.000 profesionales durante varios años.
El hallazgo fue contundente: “El exceso de trabajo no solo agota, también enferma”.
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El exceso de trabajo no solo pone en jaque el cuerpo, también la mente. El estudio británico Whitehall II analizó a casi 3.000 empleados públicos y encontró que quienes superaban las 55 horas laborales semanales tenían un 66% más de riesgo de desarrollar síntomas depresivos y un 74% más de ansiedad, con un impacto aún más fuerte en mujeres.
Los investigadores atribuyen este deterioro mental a una cadena de efectos: fatiga constante, aislamiento social, insomnio y la imposibilidad de desconectarse del entorno laboral. “Cuando el trabajo invade todo, lo primero que desaparece es la salud emocional”, explicó Grace Sembajwe, investigadora de la Universidad de Indiana.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo confirmaron: en 2016, más de 745.000 muertes por enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares estuvieron relacionadas con jornadas de más de 55 horas semanales.
La lista de consecuencias es extensa: hipertensión, diabetes tipo 2, dolores musculares crónicos, insomnio, e incluso problemas digestivos. A esto se suma el riesgo de estar sentado durante demasiadas horas al día, como lo advirtió el investigador Aidan Buffey, de la Universidad de Limerick: “El sedentarismo prolongado, por encima de las 10 horas al día, eleva significativamente las probabilidades de enfermedades crónicas”.
Y como si fuera poco, para muchos trabajadores no hay tiempo ni energía para compensar con ejercicio, alimentación saludable o descanso adecuado.
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Pese a que en algunas partes del mundo las jornadas laborales se alargan (como el reciente caso de Grecia), otros países están marcando una dirección distinta. En Islandia, por ejemplo, el 86% de la población disfruta de una semana laboral de cuatro días. Dinamarca redujo su jornada oficial a 37 horas y otorga cinco semanas de vacaciones al año.
La lógica detrás de esta tendencia se basa en evidencia científica: menos horas de trabajo se traducen en mejor calidad de vida, menos estrés y más productividad a largo plazo.
Pearl McElfish, investigadora en la Universidad de Arkansas, lo resume así: “La flexibilidad laboral, más allá del número de horas, reduce significativamente los niveles de ansiedad y depresión”.
Si bien el deber llama, la salud grita. Hoy más que nunca, repensar nuestras jornadas laborales ya no es un lujo, sino una necesidad. Las estadísticas son claras, pero el cuerpo y la mente lo dicen desde hace tiempo: nadie es productivo si está enfermo.
Desde Radio Tiempo te invitamos a hacer una pausa, respirar profundo y preguntarte: ¿estás trabajando para vivir o viviendo para trabajar?
Quizás sea momento de recuperar el equilibrio.