Colombia
Un nuevo estudio internacional confirma que contemplar arte, incluso desde casa, puede mejorar el bienestar emocional, reducir el estrés y fortalecer la identidad personal.
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Por: Michele Odarba
Creativo Digital
En tiempos donde el estrés parece una constante, detenerse frente a una obra de arte podría ser más poderoso de lo que imaginamos. Lo que antes se consideraba un simple pasatiempo estético, hoy comienza a perfilarse como una herramienta silenciosa, pero profunda, para el bienestar emocional.
Así lo sugiere una revisión publicada en The Journal of Positive Psychology, realizada por un equipo internacional de neurocientíficos, psicólogos y filósofos de instituciones como la Universidad de Viena y Cambridge. El estudio analizó 38 investigaciones con más de 6.800 personas y encontró que contemplar arte puede inducir placer, reducir el estrés y fomentar la resiliencia emocional.
No se trata de pintar ni esculpir, sino de mirar. De abrir espacio en medio del caos diario para observar un cuadro, recorrer una galería o incluso deslizarse por una exposición virtual.
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“La balada más importante de nuestra vida emocional podría estar en una pintura, en una imagen que nos obliga a parar”, comentaba uno de los investigadores. Porque más allá de curar enfermedades, el arte puede reconectar al ser humano con su propósito.
Este fenómeno se llama eudaimonía, un tipo de bienestar más profundo que la simple felicidad. Implica sentido, identidad, crecimiento personal. Según el estudio, es el efecto más consistente asociado a la contemplación artística. En palabras simples: mirar arte puede ayudarnos a sentir que nuestras vidas tienen dirección.
Cinco caminos explican cómo sucede esto. Por un lado, regula nuestras emociones y nos ofrece una distracción positiva. También estimula el pensamiento, invita a ver desde otras perspectivas y despierta empatía. En ciertos contextos, fortalece la identidad y hasta motiva a cambiar hábitos.
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Aunque no todas las obras provocan lo mismo. Las escenas naturales o figurativas tienden a generar emociones placenteras, pero el arte abstracto o inquietante tiene su propio valor: puede ayudarnos a procesar emociones difíciles, si se presenta en un entorno seguro.
“El arte triste también puede sanar”, subraya el informe.
El contexto importa. Ver una obra en un museo, en una pantalla o en un hospital puede generar respuestas completamente distintas. En entornos clínicos, por ejemplo, se ha visto que el arte disminuye la ansiedad del paciente y promueve su autonomía. Incluso, en estudios con pasillos decorados con obras, los pacientes caminaron más, acelerando su recuperación.
Más allá del lugar, lo crucial es la conexión significativa. Mirar sin obligación, sin esperar entender todo, permitiendo que la obra hable a su manera.
Y si bien muchas intervenciones aún carecen de rigurosidad, el mensaje general es claro: mirar arte no es solo entretenimiento, también es autocuidado. Accesible, cotidiano y profundo.
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En Radio Tiempo lo decimos con música, pero lo mismo aplica para una pintura o una escultura: el arte no está para adornar paredes, está para tocar vidas.
Quizá el verdadero lujo hoy no sea tener una galería privada, sino permitirse el tiempo para mirar. Y en ese mirar, reencontrarse. Porque si algo nos enseña la ciencia —y también el arte— es que, a veces, lo más poderoso no hace ruido. Solo te mira de vuelta, en silencio.