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Desde el amor incondicional hasta la creación de ambientes seguros, estas estrategias están respaldadas por la ciencia y la experiencia.
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Por: Equipo de redacción
El Día del Niño es una oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos contribuir al bienestar emocional de los más pequeños. Según Amanda Muñoz, profesora de psicología de la Universidad de los Andes, la felicidad no es un estado permanente, pero los padres pueden cultivar condiciones que ayuden a los niños a desarrollarse con confianza y alegría.
A continuación, exploramos cinco acciones concretas que, según Muñoz, marcan la diferencia en la vida de los niños.
El amor incondicional es la base de la seguridad emocional en los niños. Amanda Muñoz enfatiza que los niños "necesitan aprender que, no importa lo que pase, ellos siempre serán amados". Esto no significa ignorar comportamientos inadecuados, sino separar la acción del valor del niño.
Por ejemplo, si un niño rompe un juguete en un momento de frustración, es clave decir: "entiendo que estabas enojado, pero romper las cosas no está bien. Te amo y juntos podemos encontrar otra forma de expresar lo que sientes".
Según Psychology Today, los niños que reciben amor incondicional desarrollan mayor resiliencia y autoestima. Un estudio citado por la publicación muestra que estos niños tienen menos probabilidades de desarrollar ansiedad o depresión en la adolescencia. La clave está en equilibrar límites claros con afecto constante.
Muñoz recomienda gestos cotidianos como abrazos espontáneos, palabras de aliento y tiempo de calidad sin distracciones. "Un niño que sabe que es amado, incluso en sus peores momentos, crece con la confianza de que el mundo es un lugar seguro", afirma.
La crianza positiva se centra en enseñar consecuencias naturales sin recurrir al castigo físico. Para Amanda Muñoz, esto significa "generar consecuencias cuando ellos a veces hacen cosas que no son las debidas, pero mostrarles las consecuencias negativas de esto sin utilizar castigo físico ni ningún tipo de maltrato".
Por ejemplo, si un niño no guarda sus juguetes, en lugar de regañarlo, se le puede limitar el acceso a ellos por un tiempo breve, explicando por qué es importante ser responsable. Este enfoque reduce problemas de conducta y mejora el desarrollo cognitivo.
Técnicas como el refuerzo positivo ("¡Qué bien ordenaste tu cuarto!") o la redirección ("En lugar de gritar, ¿por qué no me cuentas con palabras qué te molesta?") son efectivas.
La consistencia es clave. Los niños necesitan predictibilidad. Si hoy ignoras un mal comportamiento y mañana reaccionas con enojo, es posible que se confundan. La crianza positiva no es permisividad, sino guía con empatía.
Las emociones son aprendidas y los padres juegan un rol crucial en este proceso. "Nuestro mundo privado empieza a ser importante cuando el mundo por fuera empieza a hablar de él. Si empezamos a hablar de cómo nos sentimos, entonces vamos a poder entender que el mundo nos recibe", dice Muñoz.
Una forma de enseñarlo es mediante el ejemplo: si un padre está estresado, puede decir "Hoy estoy cansado, pero no es por ti. A veces los adultos también nos sentimos así".
Es recomendable usar juegos o cuentos para explorar emociones complejas. Un ejercicio útil es preguntar: "¿Cómo crees que se sintió el personaje cuando pasó esto?". Esto ayuda a los niños a desarrollar empatía.
También conviene evitar frases como "No llores por eso" o "No es para tanto". En su lugar, sugiere: "Veo que esto te afecta. ¿Quieres hablar de ello?". Esto le da valor a sus sentimientos y abre canales de comunicación.
No se trata de aprobar conductas inapropiadas, sino aceptar que las emociones detrás de ellas son legítimas. Muñoz pone un ejemplo: "Si un niño pega a otro porque le quitaron su juguete, el golpe es inaceptable, pero su enojo es comprensible".
Una forma de manejarlo es decir: 'Entiendo que te molestó, pero lastimar a otros no está bien. ¿Cómo podemos resolver esto?'".
La invalidación emocional ("Eso no es nada") puede generar inseguridad. En cambio, frases como "Eso suena difícil" o "Claro que te duele" enseñan a los niños a gestionar sus emociones sin reprimirlas.
Una forma de enseñar gestión de emociones es el juego de roles: "Pídele que actúe cómo se siente. Si está furioso, que dibuje su rabia. Así externaliza y comprende mejor lo que vive".
Un ambiente seguro no solo es físico, sino emocional, donde pueden ser ellos mismos. Esto incluye desde rutinas predecibles hasta espacios libres de burlas o comparaciones. "Cuando yo me siento seguro, entonces me siento confiado; no hay nada que traiga más felicidad que sentirse en un ambiente de confianza", afirmó Muñoz.
Elementos como luces tenues, áreas de calma y juguetes que promuevan la cooperación refuerzan la seguridad. Muñoz sugiere crear "rincones de paz" en casa: un lugar con cojines y libros donde el niño pueda retirarse si se siente abrumado.
La experta también destaca la importancia de relaciones armoniosas entre adultos. Las discusiones hostiles generan ansiedad. Los niños inevitablemente serán testigos de conflictos, pero también necesitan saber que pueden resolverse con diálogo.
Amanda Muñoz cierra con un recordatorio crucial: "las emociones, como la felicidad, no son permanentes. Los niños no van a ser eternamente felices. Parte de la vida es aprender que tenemos diferentes emociones, pero podemos hacer cosas para fomentar esa felicidad".
El rol de los padres es acompañarlos en estas emociones, ofrecer herramientas para gestionarlas y crear memorias alegres mediante experiencias compartidas, como un paseo en bicicleta o una noche de juegos en familia.
En este Día del Niño, más que regalos, los pequeños necesitan presencia, comprensión y guía amorosa.