Colombia
Mejorar los hábitos dietéticos, aumentar la actividad física y eliminar el consumo de alcohol son intervenciones comprobadas que disminuyen la grasa hepática y el riesgo de complicaciones crónicas
Publicado:
Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital
El hígado graso o esteatosis hepática se ha convertido en una de las enfermedades hepáticas más frecuentes a nivel mundial.
Consiste en la acumulación de grasas en el interior de las células hepáticas, afectando la función de este órgano clave para el metabolismo y la eliminación de toxinas.
La condición puede surgir por factores asociados a la alimentación, el estilo de vida y enfermedades crónicas como la diabetes, y en ausencia de tratamiento deriva en complicaciones serias.
El hígado cumple funciones centrales en el organismo, entre ellas, metabolizar nutrientes y depurar sustancias nocivas, por lo que al igual que sucede con otros órganos, el hígado puede verse afectado por infecciones, factores genéticos y el consumo excesivo de sustancias como el alcohol.
La esteatosis hepática destaca por su carácter silencioso y su creciente incidencia, lo que la posiciona como un reto para la salud pública.
El hígado graso se clasifica en dos grandes tipos: enfermedad por hígado graso no alcohólico (Ehfna), relacionada principalmente con obesidad y enfermedades metabólicas, y la variante alcohólica, provocada por la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas.
Las causas de la esteatosis hepática no alcohólica están vinculadas a afecciones como sobrepeso, obesidad, colesterol y triglicéridos altos, resistencia a la insulina, prediabetes, diabetes tipo 2 e hipertensión arterial.
El consumo de alimentos procesados, azúcares y grasas saturadas también aumenta el riesgo, mientras que la versión alcohólica, por su parte, aparece en personas con ingesta reiterada de alcohol.
El hígado graso suele pasar desapercibido en sus etapas iniciales, dado que en la mayoría de los casos, el diagnóstico ocurre de forma incidental, ante exámenes de laboratorio o imágenes solicitadas por otros motivos, incluso, algunos pacientes refieren cansancio o molestias abdominales, aunque estos síntomas no siempre están presentes.
El diagnóstico parte de una evaluación médica integral: interrogatorio dirigido, examen físico, análisis de sangre y estudios de imagen como la ecografía hepática, que permiten identificar la presencia de grasa en el órgano y realizar un abordaje integral de los factores asociados.
No tratar el hígado graso puede implicar consecuencias graves a largo plazo, pues la enfermedad puede evolucionar hacia esteatohepatitis, cuadro inflamatorio con potencial de causar fibrosis hepática y cirrosis.
Esta última implica el endurecimiento y cicatrización del hígado, con pérdida de función y aparición de complicaciones como várices esofágicas, ascitis o alteración de la conciencia, incluso, en etapas avanzadas, el hígado graso constituye un factor de riesgo de cáncer hepático.
El pilar fundamental del tratamiento es el cambio de estilo de vida, pues no existen medicamentos específicos para revertir la acumulación de grasa, pero sí medidas eficaces que han demostrado impacto:
La obesidad constituye uno de los principales factores de riesgo de hígado graso y otras enfermedades crónicas, incluidas las cardiovasculares.
El Índice de Masa Corporal (IMC) resulta útil para identificar exceso de peso. En Colombia, por ejemplo, más de la mitad de la población adulta presenta sobrepeso, y una de cada cinco personas padece obesidad.
La prevención de la obesidad y el hígado graso requiere adoptar hábitos saludables: reducir el consumo de alimentos procesados, grasas saturadas, bebidas azucaradas; priorizar frutas, vegetales y cereales integrales; realizar actividad física frecuente y evitar el tabaco.
El hígado graso es una condición prevenible y reversible en muchos casos, por lo que la consulta médica oportuna y las modificaciones en la alimentación y el ejercicio diario resultan esenciales para reducir el riesgo y preservar la salud hepática a largo plazo.