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Un reciente descubrimiento explica por qué a veces confundimos lo que vemos con lo que solo imaginamos o soñamos. Además, abre nuevas posibilidades para comprender trastornos donde la percepción de la realidad se altera.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Alguna vez te ha pasado: recuerdas haber visto a alguien o algo en la calle… pero al volver a mirar, ya no está. ¿Era real o solo lo imaginaste? Aunque parece un juego de la mente, ahora la ciencia tiene una respuesta bastante clara sobre cómo el cerebro hace esta diferencia —y por qué a veces se equivoca.
Investigadores del University College London descubrieron que existe una señal cerebral concreta que funciona como un filtro interno entre lo que percibimos de verdad y lo que solo imaginamos.
Y todo sucede en una zona específica de nuestro cerebro: el giro fusiforme, una región detrás de las sienes, conocida por ayudarnos a reconocer rostros y objetos. Pero ahora, sabemos que tiene un poder mucho más interesante: ser el juez de nuestra propia realidad.
Este descubrimiento, publicado en la revista Neuron, plantea que el cerebro tiene una especie de “umbral de realidad”. Cuando vemos o imaginamos algo, el giro fusiforme suma la intensidad de esas señales. Si la suma supera cierto nivel, el cerebro concluye que lo que experimentamos es real.
Pero si no llega a ese umbral, simplemente lo interpreta como una imagen mental.
Esto explicaría por qué a veces podemos tener imágenes en la cabeza tan vívidas que parecen reales. Como cuando cierras los ojos y visualizas con claridad el rostro de alguien, un paisaje o incluso un objeto… tan nítido que por segundos dudas si realmente lo viste.
El estudio también reveló algo fascinante: cuando las personas confunden lo imaginado con lo real, el cerebro responde igual que si estuvieran viendo algo verdadero.
Así lo confirmó el experimento con 26 voluntarios en una máquina de resonancia magnética, donde se les pidió imaginar líneas diagonales mientras una especie de estática de televisor aparecía en la pantalla. En algunas ocasiones, las líneas se proyectaban realmente; en otras, no.
Cuando las líneas eran solo imaginadas pero el cerebro superaba el “umbral de realidad”, los voluntarios juraban que sí las habían visto. Para el cerebro, esa imagen mental intensa era suficiente para convertirla en realidad.
Otro hallazgo clave fue el papel de la ínsula anterior, una zona del cerebro que ayuda a tomar decisiones sobre lo que es real y lo que no. Esta área se activa cuando realmente estamos viendo algo, funcionando como un validador que revisa la información antes de que la aceptemos como cierta.
Es como si el cerebro tuviera un comité interno que analiza: “¿Esto que estoy viendo es real o no?” Y la decisión depende de la fuerza de la señal en el giro fusiforme y del juicio final que hace la ínsula anterior.
Estos descubrimientos no solo son curiosos: pueden ayudar a entender por qué algunas personas experimentan alucinaciones o trastornos donde se confunden la realidad y la imaginación, como en la esquizofrenia.
Además, explican por qué nuestras experiencias previas influyen tanto en cómo vemos el mundo. Por ejemplo, la misma líder del estudio, Nadine Dijkstra, contó que al llegar a Londres vio un animal que pensó era un perro… pero era un zorro. Su mente completó la escena con lo que conocía: los perros son comunes en las ciudades, los zorros no tanto.
El cerebro, finalmente, es un constructor de la realidad. No solo registra lo que ven nuestros ojos o lo que escuchan nuestros oídos; también mezcla recuerdos, emociones y experiencias para crear una interpretación coherente del mundo.
Como dijo la misma Dijkstra: “Estamos tanto creando nuestra percepción de la realidad como percibiéndola”.
Puede que la ciencia haya encontrado la señal cerebral que separa la imaginación de la realidad, pero la pregunta sigue abierta: ¿podemos confiar siempre en lo que vemos?
Por ahora, la mejor recomendación es simple: mantén los ojos abiertos… pero también la mente crítica. Porque, a veces, la diferencia entre lo que ves y lo que imaginas, está más en tu cerebro que en el mundo real.
Si quiere leer el estudio completo, acceda a este link: A neural basis for distinguishing imagination from reality.