Colombia
Investigaciones en Sudamérica y otros países evidenciaron una fuerte asociación entre la ingesta reiterada de bebidas a alta temperatura y el desarrollo de lesiones precancerosas en el esófago humano.
Publicado:
Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital
Beber té, café o infusiones a temperaturas elevadas es parte de la rutina diaria de millones de personas; sin embargo, las bebidas por encima de los 65 ℃ han sido clasificadas como probablemente cancerígenas para los humanos por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (Iarc, por sus siglas en inglés), dependiente de la Organización Mundial de la Salud.
Así lo divulgó el medio The Conversation con base en recientes estudios científicos y advertencias sanitarias a nivel global.
De acuerdo con la Iarc, la peligrosidad no radica en la naturaleza de la bebida, sino en su temperatura, dado que el vínculo más sólido se ha establecido con los cánceres del esófago o “tubo digestivo”, por el que los alimentos y líquidos pasan hacia el estómago.
En 2016, la agencia internacional situó el consumo de bebidas muy calientes en la misma categoría de riesgo que el humo de leña en ambientes cerrados o la ingesta excesiva de carne roja.
Al respecto, investigaciones desarrolladas principalmente en Sudamérica, donde el consumo de mate a alrededor de 70 ℃ es habitual, identificaron una fuerte asociación con el desarrollo de cáncer de esófago.
Estudios en países de Medio Oriente, África y Asia también encontraron un aumento de cáncer asociado al consumo recurrente de líquidos a temperaturas elevadas; más recientemente, una investigación realizada en el Reino Unido reforzó estos datos en contextos occidentales.
Un amplio estudio británico, que reunió datos de casi medio millón de adultos, concluyó que quienes consumían ocho o más tazas diarias de té o café muy calientes presentaban un riesgo casi seis veces mayor de desarrollar cáncer esofágico, frente a quienes no ingieren bebidas calientes de manera habitual.
“La temperatura y el tamaño del sorbo son determinantes para el daño”, indicó el grupo de investigadores, quienes midieron el aumento de temperatura en el esófago tras la ingesta.
En ese sentido, sostuvieron que un solo trago grande de 20 mililitros de café a 65 ℃ incrementa la temperatura interna del esófago hasta en 12 ℃, lo que contribuye a una lesión térmica acumulada si el hábito se repite durante años.
El daño recurrente generado por el calor a las células que recubren el esófago facilita la aparición de lesiones que, con el tiempo, pueden evolucionar hacia células precancerosas.
Este proceso fue probado en modelos animales: ratones predispuestos al cáncer y expuestos a agua muy caliente desarrollaron lesiones antes que aquellos que bebieron agua templada.
Otra hipótesis científica apunta a que la lesión térmica puede dificultar la función natural del esófago como barrera, dejándolo más expuesto a daños adicionales producidos por el ácido gástrico, por lo que la combinación de estos factores, mantenidos en el tiempo, se traduce en un mayor riesgo de cáncer.
Habitualmente, las bebidas calientes se sirven a temperaturas cercanas a la ebullición del agua, que ronda los 100 ℃, mientras que las bebidas empacadas para llevar pueden alcanzar los 90 ℃ para conservar el calor durante el traslado; sin embargo, una investigación de Estados Unidos, determinó que la temperatura óptima para beber café, conservando el sabor y reduciendo el riesgo de daño, es de 57,8 ℃.
Entre las principales indicaciones para minimizar el riesgo destacan: esperar al menos cinco minutos para que la bebida pierda calor, remover o soplar la superficie, quitar la tapa de los vasos térmicos y añadir agua o leche fría; también, tomar tragos pequeños también ayuda a evitar que el esófago se exponga a altas temperaturas en grandes áreas al mismo tiempo.
La evidencia científica sugiere que el consumo crónico de líquidos extremadamente calientes multiplica el riesgo de cáncer de esófago.
Los expertos recomiendan ajustar la temperatura de las bebidas, permitir que el líquido se enfríe y preferir sorbos pequeños y pausados, estas sencillas medidas podrían disminuir considerablemente la exposición a factores cancerígenos en la vida cotidiana.