Colombia
Aunque son nuestros fieles compañeros, los perros domésticos podrían estar causando un daño ambiental silencioso que hasta ahora había sido subestimado por la ciencia.
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Por: Michele Odarba
Creativo Digital
Durante años, los gatos se llevaron la mala fama cuando de daño ecológico se trataba. Su instinto cazador y su impacto sobre la fauna silvestre han sido objeto de múltiples estudios y debates. Pero un nuevo hallazgo pone a otro protagonista bajo la lupa: el perro, ese compañero leal que podría estar afectando al planeta más de lo que imaginamos.
Una reciente investigación de la Universidad de Curtin, publicada en Pacific Conservation Biology, revela que los perros domésticos, considerados los carnívoros grandes más comunes del mundo, representan una amenaza ambiental considerable. Su presencia, incluso bajo vigilancia y correa, altera ecosistemas, contamina espacios naturales y desplaza especies nativas.
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El profesor asociado Bill Bateman, de la Facultad de Ciencias Moleculares y de la Vida de Curtin, sostiene que “los perros no solo dañan directamente la vida silvestre, también perturban su comportamiento y hábitat, incluso cuando ya se han ido del lugar”.
Esa perturbación invisible ocurre a través de rastros como la orina, las heces y el simple olor. Animales como ciervos, zorros y gatos monteses evitan zonas frecuentadas por perros, lo que altera sus ciclos naturales de actividad y sus territorios. La huella de un paseo dominical puede ser más profunda de lo que parece.
Pero el daño no termina allí. Las heces caninas contienen bacterias y nutrientes que contaminan suelos y fuentes de agua, afectando la flora autóctona y los ecosistemas locales. Además, los productos químicos usados para controlar pulgas y garrapatas en las mascotas pueden llegar al ambiente, introduciendo compuestos tóxicos a la cadena natural.
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Otro punto crítico del estudio se relaciona con la industria de alimentos para perros. La demanda creciente de productos cárnicos para animales genera un impacto ambiental significativo, con altos niveles de emisión de carbono, uso de agua y explotación de tierras.
“Estamos hablando de una industria con una huella considerable, comparable en algunos aspectos a la producción alimentaria humana”, explica Bateman. Y aunque los perros cumplen funciones valiosas para los humanos —desde compañía hasta rescate—, su proliferación sin una tenencia responsable está desequilibrando los sistemas naturales.
La investigación propone varias soluciones. Una de ellas, limitar el acceso de los perros a áreas ecológicamente sensibles. Sin embargo, Bateman advierte que las restricciones por sí solas no son suficientes. “La clave es generar conciencia y compromiso entre dueños, legisladores y organizaciones”, afirma.
El estudio señala que apenas entre el 12 % y el 16 % de los propietarios estarían dispuestos a pagar más por alimentos ecológicos para sus mascotas. Esto refleja un gran desafío: muchos no son conscientes del impacto ambiental de sus decisiones cotidianas.
“Muchos propietarios simplemente no se dan cuenta del daño ambiental que pueden causar los perros, desde perturbar la vida silvestre hasta contaminar los ecosistemas”, insiste el investigador.
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Una nueva forma de convivir con nuestros compañeros de cuatro patas Los perros seguirán siendo parte esencial de nuestras vidas. Pero, como lo destaca esta investigación, su presencia en el planeta no debe ir en contravía de la protección del medio ambiente. Se trata de encontrar un equilibrio donde el amor por nuestras mascotas incluya también el respeto por la naturaleza.
Desde Radio Tiempo, invitamos a reflexionar sobre nuestras prácticas como dueños responsables. Porque cuidar del planeta no solo es tarea de gobiernos o científicos. También empieza con gestos pequeños como recoger los desechos de nuestra mascota, elegir productos ecológicos y entender que cada paseo deja huella… incluso en lugares donde no lo imaginamos.